Hace ya varios días que no subo entradas con fragmentos, la verdad es que tenía algunas reseñas acumuladas del año pasado y otras de libros que ya tengo terminados, así que he preferido priorizarlas e ir acumulando un poco material para estas entradas, pues no siempre encuentro algo para guardar en las lecturas que voy realizando.
Y si vuelvo es a lo grande, con fragmentos de Aleana, la última historia de José Sbarra que he leído.
#1
“Y he sido la madre del pueblo el día que no pude defenderme y el grupo de los bravos del barrio Podestá me atrapó una tarde siniestra e imborrable. La tarde en que conocí el sexo y el amor apretados al odio, rodeados por el odio. El amor embarrado de odio, de asombro y de espanto. Y he sido la madre del pueblo cuando al caer la noche, a escondidas, arrancaba pasto para limpiarme la sangre que se me pegoteaba por las piernas. Y he sido la madre de todos esos muchachos ansiosos que se agitaron sobre mí esa tarde feroz detrás del cementerio”
#2
“No he tenido tiempo para ser niña. Me gesté como un monstruo y nací vieja, de vuelta ya de las cosas de la vida. Por eso puedo sobrevivir a cualquier catástrofe, estoy hecha para vivir milenios.
Estoy segura de que si quisiera podría vivir eternamente; pero no lo deseo, solamente una mujer imbécil podría anhelar la prolongación de su existencia. Lo que una desea es modificar la inauguración, el debut, la obertura de la vida. Otra infancia, una juventud más digna, más feliz. O si no, una amnesia tan cierta que borrara también las cicatrices, las marcas a fuego. No, yo no quiero vivir más. Pero tampoco deseo morir, porque sé, verdaderamente sé, que no moriré en paz, que no tendré una muerte serena.”
#3
“—«Cambian los paisajes, cambian los nombres de las cosas, cambian los años; pero por dentro todo continúa igual. El dolor no se distrae; lo que ya vivimos no se puede modificar, y somos lo que hemos vivido, pues lo que podríamos vivir es siempre una ilusión que nunca se alcanza.
—Pero, ¿usted no cree en nada, Doña Paloma?
—Creo en mí, ¿en qué otra cosa podría creer?
—¿Y las velas para qué las enciende?
—Sin las velas la gente no vendría a consultarme, y yo no tendría de qué vivir.”
#4
“Pero siempre regreso a casa sola. Es el instante más cruel: mirar la casa oscura, deshabitada y sentir a mis espaldas la vida llenando los teatros, los cines, las confiterías, los restaurantes, las avenidas, las casas donde convive mucha gente… Sí, ése es el instante verdaderamente más insoportable. Es el momento en que siento que, como siempre, la libertad de elegir me sigue estando negada. Tengo una sola opción (que es lo mismo que decir ninguna): sacar la llave y abrir esa puerta que me protege de posibles ladrones, de posibles asesinos, pero que me condena a la soledad.
Las mañanas tampoco son gratas, es excepcional el día en que me despierto sin ningún dolor. Y, achaques aparte, hay días en los que pienso que no tiene sentido levantarme; que, en rigor, estar de pie o acostada da lo mismo: nada nuevo me sucede ni me sucederá.
Se me viene encima el hastío de vivir desde temprano, y si no fuera porque hacia el mediodía empiezo a sentir hambre, me pasaría en la cama semanas enteras hasta mi muerte.”
#5
“Por mi mente pasó la misma película de siempre: el rancho, la calle de arcilla, la laguna de aguas estancadas, el cementerio, la covacha de doña Paloma. Yo gobernándolo todo hasta la tarde de la rebelión, yo sujetada y aplastada por siete fieras. Después el llanto, la lentísima carrera entre las tumbas, la noche, la indiferencia del cielo y la insultante belleza de las estrellas inconmovibles.”
Voy a subir una segunda entrada con fragmentos porque a pesar de la brevedad de la historia, tengo muchos párrafos marcados.
¿Qué os está pareciendo por el momento?
Hola guapa! me gusto mucho los fragmentos del post, invitan mucho a la leer el libro. Besos
ResponderEliminarHola wapa! Justo hace poco he leido otro post con más frangmentos de este libro así que esta entrada para complementar me viene de lujo.
ResponderEliminarbsss