PÍLDORAS AZULES - FREDERIK PEETERS
SINOPSIS
Dotado ya de una soltura gráfica y capacidad narrativa impecables, Peeters habla de su historia con Cati, del VIH, que va a condicionar su relación y de todas esas emociones contradictorias que él, ellos, van a tener que superar: ¿compasión, piedad, lástima, sentimiento de culpa o amor puro e inalterable? Más fresco y positivo que oscuro y fatalista, ofrece sin atisbo alguno de sensacionalismo o victimismo fácil la posibilidad de un acercamiento al día a día de la enfermedad al tiempo que sorprende la madurez de un creador con 27 años a la hora de gestarla.
Dotado ya de una soltura gráfica y capacidad narrativa impecables, Peeters habla de su historia con Cati, del VIH, que va a condicionar su relación y de todas esas emociones contradictorias que él, ellos, van a tener que superar: ¿compasión, piedad, lástima, sentimiento de culpa o amor puro e inalterable? Más fresco y positivo que oscuro y fatalista, ofrece sin atisbo alguno de sensacionalismo o victimismo fácil la posibilidad de un acercamiento al día a día de la enfermedad al tiempo que sorprende la madurez de un creador con 27 años a la hora de gestarla.
Hoy os traigo la reseña de Píldoras azules, una novela gráfica autobiográfica que me llamó la atención cuando fui a la biblioteca buscando Ronin de Frank Miller.
Aunque no fue precisamente esta obra lo que me llamó, sino la segunda parte que constaba como novedad, Oleg, entonces al cogerlo vi que era una continuación y que la biblio tenía los dos así que... para casa que se fueron.
Mientras escribo esta reseña tengo ya empezado el segundo, así que no tardaré mucho en dejaros su reseña, aunque no lo veo yo tan continuación.
Píldoras azules es una novela gráfica publicada en 2001 por la editorial Astiberri y cuenta con casi 200 páginas, Oleg tiene algunas menos pero va por ahí también. La edición es excelente, papel de calidad, grueso, agradable al tacto, diseño atractivo en su conjunto.
En esta obra su autor nos cuenta su historia de amor con una mujer seropositiva, Cati, madre de un hijo que también tiene el virus. Descubrimos cuando se conocen, como pasan los años para uno y otro y como después, se reencuentran para empezar un proyecto juntos.
A pesa de la enfermedad, su historia no se diferencia tanto de cualquier otra. Lo que sí cambiará será su visión inicial de la sexualidad, el tabú que supone estar enfermo, la ignorancia que se siente aún respecto a todo lo que rodea al VIH.
Frederik nos explica sus vivencias en primera persona, sus miedos tanto por la relación como por el contagio, como en algunas ocasiones debe mantenerse fuerte aunque sus pensamientos vayan por otro lado. Lo más interesante de esta historia es la sinceridad que vemos en cada una de las viñetas, en cada conversación que mantienen.
No penséis que Píldoras azules nos quiera dejar un mensaje ni darnos una lección moral sobre como afrontar la vida o las relaciones con alguien con VIH, realmente lo único que hace es mostrarnos la realidad, su vida.
Los diálogos son muy importantes en este libro, se basa en ellos para que podamos ver como avanza la relación, como se puede cambiar de idea simplemente hablando o ver las cosas de forma diferente tras un momento de reflexión.
No es una novela dramática ni que trate tampoco de educar, aunque si que es cierto que en algún momento parece inevitable que así sea, pues nos habla sobre vías de transmisión, contagio, tratamiento, embarazo...
El narrador es el mismo Frederik y comparte protagonismo con Cati.
El hecho de narrarlo en primera persona es un acierto en este caso pues nos acerca a la relación y a aquello que la rodea.
A través de los momentos que viven, podemos conocer su forma de actuar, de sentir y de pensar. Los secundarios son importantes también, tenemos al hijo de ella y podemos observar escenas muy bonitas sobre como se establece la relación entre el niño y el autor. También tiene su importancia un doctor al que visitan, creo que él es el punto de inflexión en su relación pues a través de sus visitas les cambia la vida, les hace ver la enfermedad de otra manera y les ayuda en su aceptación, eso sí, como los demás tienen sus virtudes y sus defectos y el autor se ocupa también de dejarnos claro que es humano y como tal, tiene sus cosas negativas pero sin dejar de lado su profesionalidad y humanidad.
Creo que el autor, queriendo o no, nos plasma tres maneras de ver el VIH según el paso del tiempo. Por un lado tenemos como lo vivirían los padres de él, el miedo que podrían sentir o incluso la compasión, también como lo vive la pareja, con sus dudas, y finalmente como lo ve el hijo, también contagiado y que ha aceptado la toma de medicamentos como algo molesto pero natural. Supongo que es una manera de trasmitirnos que a medida que pasen las generaciones, la enfermedad se aceptará y dejará de ser un estigma para aquellos que la sufran.
La parte gráfica está realizada en blanco y negro, las páginas de tres a seis viñetas, algunas ocupan toda la parte horizontal de la página y el conjunto se ve bastante simétrico.
El trazo del dibujo es grueso, a veces exagerado, en algunas viñetas abusa del negro y se convierte en algo más "sucio" pero que no le sienta mal al conjunto.
Muy interesante como el autor expresa las metáforas que rodean algunos aspectos de su vida, como la aparición de un rinoceronte, que es la probabilidad que tiene Frederik del contagio, o también, la aparición de un Mamut con el que el autor reflexiona sobre su vida junto a Cati y su forma de afrontar las cosas.
Para finalizar poco más puedo decir, es una novela gráfica que me parece interesante, sincera, realista y que conecta con el lector. No cae en momentos dramáticos por la enfermedad, nos cuenta sobre una relación tal cual la podría tener cualquiera de nosotros.
Por cierto, decir que hay una versión ampliada con un capítulo final del autor donde entrevista a su mujer y a sus hijos trece años más tarde de la novela gráfica. Ahí les pregunta sobre su visión de la obra y su evolución.
Y el mismo autor nos cuenta dentro de la historia que invirtió tres meses en la realización de Píldoras azules, contaba con 27 años y lo más sorprendente, decidió renunciar al uso de bocetos a lápiz, pasando directamente a la tinta sin permitirse correciones.
Ya me diréis si os llama la atención, por mi parte, volveré dentro de poco con el mismo autor y la reseña de Oleg.
VALORACIÓN:
No hay comentarios:
Publicar un comentario